FLOREAL
1915
Óleo sobre lienzo, 160 x187 cm
Firmado: “Pinazo Martínez/1915”
EL AUTOR
José Pinazo Martínez, nace en Roma en el año 1879. Hijo del gran Ignacio Pinazo y Camarlench, pasa los dos primeros años de su vida en Italia, mientras su padre disfruta de una pensión. Posteriormente regresa a Valencia con su familia. Debido al oficio paterno, frecuenta una gran variedad de ambientes artísticos que le servirán como formación inicial. Se inicia en el taller de Gilabert como escultor, pero acaba abandonándolo por sentirse más atraido por la pintura. Continuará su formación en el taller familiar y en la escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia.
1915
Óleo sobre lienzo, 160 x187 cm
Firmado: “Pinazo Martínez/1915”
EL AUTOR
José Pinazo Martínez, nace en Roma en el año 1879. Hijo del gran Ignacio Pinazo y Camarlench, pasa los dos primeros años de su vida en Italia, mientras su padre disfruta de una pensión. Posteriormente regresa a Valencia con su familia. Debido al oficio paterno, frecuenta una gran variedad de ambientes artísticos que le servirán como formación inicial. Se inicia en el taller de Gilabert como escultor, pero acaba abandonándolo por sentirse más atraido por la pintura. Continuará su formación en el taller familiar y en la escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia.
En 1895 con tan sólo 16 años ya recibe su primera mención de honor en la exposición nacional por sus lienzos “Florista Valenciana”, “La ermitaña”, “Picardías” y “el Femater d’una casa”.
En 1897 recibe una tercera medalla en la exposición nacional.
En 1900 recibe la medalla de la Exposición Universal de París por su obra “¡Ahí va!”, donde la crítica lo compara a artistas de la talla de Sorolla o Rusiñol.
En 1901 recibe una tercera medalla en la exposición nacional.
En 1897 recibe una tercera medalla en la exposición nacional.
En 1900 recibe la medalla de la Exposición Universal de París por su obra “¡Ahí va!”, donde la crítica lo compara a artistas de la talla de Sorolla o Rusiñol.
En 1901 recibe una tercera medalla en la exposición nacional.
A partir de este momento, viaja a París, Roma y Londres, y a su regreso e instalación en Madrid, su estilo experimenta una transformación. Su tendencia por los temas melodramáticos, históricos y populares, se suaviza y se siente atraido por las tendencias pictóricas del momento. Sus obras comienzan a ser más coloristas y se aprecia la influencia del modernismo y del iluminismo.
En 1908 obtiene una segunda medalla en la Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza.
En 1910 obtiene una tercera medalla en la Exposición Universal de Bruselas.
En 1911 obtiene medalla de plata en la Exposición Internacional de Barcelona con su obra “Los enredos del diablo”.
En 1912 obtiene una segunda medalla en la Exposición Nacional de Madrid con el lienzo “A plena vida”.
En 1915 , a la edad de 36 años, obtiene la primera medalla de la Exposición Nacional por “Floreal”, la obra que nos ocupa, convirtiéndose en su mayor éxito.
En 1920 el pintor viaja a Londres, Nueva York y La Habana donde su obra experimenta una gran acogida.
Finalmente, el artista fallece en 1933 a la edad de 54 años.
LA OBRA
Nos encontramos ante un lienzo de formato casi cuadrado y de notables dimensiones (160x187cm).
El primer aspecto que llama la atención es el encuadre utilizado. No se trata de un plano general ni de un plano medio, sino que las figuras aparecen cortadas por las rodillas (si éstas estuvieran visibles).
Aparecen un total de 6 figuras de entre las cuales 4 son mujeres y les acompaña un hombre y una niña. La actitud es un tanto ambigua, ya que la sensación es de marcha en comitiva, pero por otra parte, las figuras de ambos lados aparecen más estáticas como posando al pintor y enmarcando a los verdaderos protagonistas de la imagen: la pareja del centro. El chico se encuentra justo en el eje central de la imagen mientras que la chica queda un poco más a la derecha. Sobre ellos, los dos conjuntos frutales captan poderosamente la atención del espectador y aparecen como elementos ordenadores de toda la composición. A partir de este punto, el juego de miradas de los diferentes personajes, hace que los ojos del espectador paseen por toda la obra deleitándose en la vigorosa paleta cromática y en el exquisito tratamiento de la indumentaria tradicional.
A destacar el atrevido planteamiento del cielo, que parece potenciar la sensación de que los personajes son atemporales y eternos. Esta sensación solamente queda atenuada por la calidez de la luz que tiñe toda la escena con un agradable juego de rosas y naranjas que se complementan con los azules violáceos del fondo.
En 1908 obtiene una segunda medalla en la Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza.
En 1910 obtiene una tercera medalla en la Exposición Universal de Bruselas.
En 1911 obtiene medalla de plata en la Exposición Internacional de Barcelona con su obra “Los enredos del diablo”.
En 1912 obtiene una segunda medalla en la Exposición Nacional de Madrid con el lienzo “A plena vida”.
En 1915 , a la edad de 36 años, obtiene la primera medalla de la Exposición Nacional por “Floreal”, la obra que nos ocupa, convirtiéndose en su mayor éxito.
En 1920 el pintor viaja a Londres, Nueva York y La Habana donde su obra experimenta una gran acogida.
Finalmente, el artista fallece en 1933 a la edad de 54 años.
LA OBRA
Nos encontramos ante un lienzo de formato casi cuadrado y de notables dimensiones (160x187cm).
El primer aspecto que llama la atención es el encuadre utilizado. No se trata de un plano general ni de un plano medio, sino que las figuras aparecen cortadas por las rodillas (si éstas estuvieran visibles).
Aparecen un total de 6 figuras de entre las cuales 4 son mujeres y les acompaña un hombre y una niña. La actitud es un tanto ambigua, ya que la sensación es de marcha en comitiva, pero por otra parte, las figuras de ambos lados aparecen más estáticas como posando al pintor y enmarcando a los verdaderos protagonistas de la imagen: la pareja del centro. El chico se encuentra justo en el eje central de la imagen mientras que la chica queda un poco más a la derecha. Sobre ellos, los dos conjuntos frutales captan poderosamente la atención del espectador y aparecen como elementos ordenadores de toda la composición. A partir de este punto, el juego de miradas de los diferentes personajes, hace que los ojos del espectador paseen por toda la obra deleitándose en la vigorosa paleta cromática y en el exquisito tratamiento de la indumentaria tradicional.
A destacar el atrevido planteamiento del cielo, que parece potenciar la sensación de que los personajes son atemporales y eternos. Esta sensación solamente queda atenuada por la calidez de la luz que tiñe toda la escena con un agradable juego de rosas y naranjas que se complementan con los azules violáceos del fondo.
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